¿Cuántas veces a lo largo de tu vida has pensado en adelgazar?
Recuerdo una tarde que estaba ayudando a mi hija Blanca (que por aquel entonces tendría unos 9 años) con sus deberes de matemáticas.
Tenía que resolver un problema de días, meses y años … algo así como “Si Ana va al mercado 3 días a la semana, ¿cuántas veces irá en un mes? Y ¿cuántas veces habrá ido después de 4 años?”
Mientras ella calculaba las idas y venidas de Ana al mercado, mi cabeza viajó hacia un pensamiento bastante recurrente en mí en aquella época (como en muchas otras de mi vida): tengo que adelgazar.
Y a continuación de éste vinieron los inevitables “peros”: ahora no tengo tiempo de ir al gimnasio; no me apetece nada ponerme a dieta; al final siempre la dejo antes de adelgazar lo suficiente; no merece la pena ni ponerme porque pierdo con mucho esfuerzo y luego engordo de nuevo; la medicación que estoy tomando me hace engordar y no va a servir de nada…
Con las preguntas que me hacía mi hija, el problema de matemáticas y mis pensamientos terminaron por fusionarse; y me vi calculando cuántas veces a la semana, mes y año pensaba en adelgazar sin ponerme a ello realmente!
Te animo a que lo calcules tú también: toma papel y bolígrafo (o calculadora) y escribe cuántas veces lo piensas en una semana, multiplícalo por las 53 semanas del año y por todos los años que llevas pensando en adelgazar.
Impresionante cifra, ¿verdad?
De todas esas veces, ¿cuántas has tomado realmente acción?
Como dice el refrán, “del dicho al hecho hay un buen trecho”.
(No se trata de que te juzgues ni te culpabilices por ello. Sólo de que tomes conciencia.)
¿Te has preguntado alguna vez qué es lo que te está impidiendo pasar a la acción?
¿Por qué tu cabeza sabe qué hacer, pero tu cuerpo no lo hace?
Hoy te explico los 2 principales motivos.
El primero es que tu cabeza no siempre juega a tu favor.
Si leíste mi post “PROPÓSITO: ADELGAZAR. Consíguelo en 4 sencillos pasos”, ya sabes que tu cerebro está diseñado para ahorrar energía.
Y cualquier acción que le suponga un esfuerzo extra, sin percibir que el resultado merece la pena, supondrá la aparición inmediata de excusas que te impedirán alcanzar el resultado que esperas.
En algunas ocasiones estas aparecen por lo que te estás diciendo y cómo te estás hablando. Entonces tu cerebro te boicotea llevándote a procrastinar, es decir, a retrasar continuamente el paso a la acción.
En otras, y debido al exceso de información que hay en todas partes sobre qué hacer para adelgazar (la gran mayoría inútil), te quedas atrapada en la “parálisis por análisis”, consumiendo tal cantidad de energía en tomar una decisión que ya no te queda nada para pasar a la acción.
El segundo motivo es porque en la ecuación mente-cuerpo falta un factor MUY importante: tus emociones.
Y, en concreto, unas de ellas: tus MIEDOS.
Lo que te dices para no pasar a la acción no es más que la voz de tus miedos: miedo a no lograrlo, miedo a perder el tiempo, miedo a elegir una opción y equivocarte, miedo a sufrir, miedo a que no funcione, miedo a no ser capaz, miedo a no merecer conseguirlo …
Estoy segura de que has oído hablar de la zona de confort.
Al contrario de lo que su nombre indica, no es el lugar en el que estás cómoda (dudo que tu sobrepeso te haga sentir así; si no, no estarías leyendo este artículo).
La zona de confort es tu zona conocida, esa en la que tu cerebro se siente SEGURO.
Y, ¿cuáles son los muros que tu cerebro levanta alrededor de tu zona de confort para protegerte (o encerrarte)?
Tus MIEDOS.
A partir de ellos, comienzan a aparecer (como invitadas a una fiesta en la que nadie se lo pasa bien) otras emociones como la falta de confianza, la culpabilidad, la ansiedad, el estrés, la frustración y la falta de motivación.
Y, como en cualquier fiesta, estas invitadas poco deseables te piden COMIDA!
Entonces la reunión se vuelve un desastre del que cada vez te parece más difícil escapar; y cuyo resultado es que, en lugar de tomar acción para adelgazar, comes más!
Pero, ¿cómo escapar de esta prisión?
Con las herramientas adecuadas!!!
Y no hablo de pico y pala para cavar un túnel (jijiji).
Sino de gestionar esos miedos y activar tu motivación para dar seguridad a tu cerebro de que el resultado que conseguirás merece la pena (o mejor dicho, la alegría).
Atenta a mi siguiente post dónde te facilitaré algunas de estas herramientas para derribar los muros que te impiden adelgazar.